A los
pies de la montaña el mundo se hace más pequeño. Los límites pueden tocarse y
se pierde la sensación de infinito. Es verano. El paisaje y la cultura se
vuelven el principal motivo de la reñida “competencia” entre los distintos
pueblos de Val Comino. Una casa
incrustada en roca, a mitad de un camino casi que vertical, me ofreció serenidad
y los más codiciados placeres de una vida tranquila. El abandono de las piedras
y las viejas historias que ellas tienen para contar, en manos del más recio de
los italianos, provocan a la imaginación.
Aquí el
tiempo vuela muy lento.
Matiolo
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