Tengo algunas imágenes en la cabeza.
Stonehenge. Parado al borde de la ruta,
sentado a la derecha del conductor, totalmente rodeado de árboles,
de espaldas a un parking lleno de autos y agencias turísticas. Un
camino muy angosto se pierde en la sinuosa curva dando la impresión
de que la cortina de pasto, que llega a las rodillas y se encuentra a
mi izquierda, se convierte en un gran escalón que bloquea el paso y
se abre solamente para dar paso a un camino aun mucho más angosto.
Cielo celeste a pleno sol de mediodía.
A mi derecha, tupidos árboles cubren el cielo manchado de nubes
blancas y se abalanzan sobre nosotros. Desaparecen unos metros más
adelante.
El pasto bien verde, plano, de éste
lado la carretera se vuelve oscura. Una gran curva en bajada se sale
de la imagen dejando al frente un pequeño valle, de lado a lado
ocupa todo el ancho. Un puente, de un solo sentido, al centro, sube y
baja formando una simpática parábola. Un pueblito se organiza muy a
lo lejos alrededor de un antiguo castillo de piedra y se junta con el
limpio cielo por debajo de mi horizonte. Limitado por ladrillos que
ofician de baranda, hace al paisaje aun más pintoresco.
El sol pega fuertemente y vuelve a la
lejana ciudad pequeñas formas irregulares en donde cada objeto se
encarga de arrojar sombra sobre el otro.
Exactamente al centro, unas piedras.
Una mujer cruza, del lado izquierdo y equilibra una imagen que
despierta la imaginación. Mosaico blanco y negro contrasta con un
marco completamente natural. En primer plano, una reja se interpone y
ocupa todo el cuadro.
Tres imágenes que no logré capturar y
se superponen entre sí.
Matiolo
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