Volvió el choque cultural. Los turcos vendiendo comida en las calles, el inglés solo para jóvenes, los tacos y las rubias, alfabeto desconocido, cerveza en la calle, indigentes camuflados o disfrazados, borrachos por ahí.
Túneles por debajo de la tierra, shoppings, galerías, muestras de fotografía, restoranes, policías con muy diversos atuendos.
Autos estacionados en cualquier parte y dirección, matrioskas, avenidas enormes, edificios contundentes, incluso los de vidrio son pesados.
El hostel que no fue pensión por muy poquito, la forma educada de ser maleducado, robustez, el frío, el conocido “24 horas” que vende alcohol a toda hora, la noche.
Stencils en el piso, ceniceros en la vía pública, miradas desafiantes, rigidez, el tren que nos llevó hasta ahí y todos los que te clavan los ojos.
Simplemente un punteo a modo de ayuda memoria que en algún momento oralmente o en forma escrita detallaré.
Dos uruguayas durmiendo en la habitación contigua era lo único que sonaba familiar.
Matiolo
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