A medida que
bajábamos las escaleras que componían la entrada del bar el volumen
de la música aumentaba; batería, contrabajo, saxo y piano que de a
ratos daban lugar a la guitarra eléctrica y trompeta. Los músicos
iban y venían mientras nosotros acompañábamos un partido de pool
con unas cervezas. Tuve oportunidad de intercambiar unas palabras con
el pianista. Que linda cuidad Manhattan.
La música era suave y la luz tenue del lugar daban al entorno una mística tan grande, no queríamos dejar la cuidad. Volvimos a la superficie por unos minutos, abandonamos la música, necesitábamos disfrutar un cigarro en ese tan ameno contexto.
La música era suave y la luz tenue del lugar daban al entorno una mística tan grande, no queríamos dejar la cuidad. Volvimos a la superficie por unos minutos, abandonamos la música, necesitábamos disfrutar un cigarro en ese tan ameno contexto.
Fue ahí donde
conocí a un peculiar personaje. Un moreno de 1.90mts. de alto,
calculo que pesaba más de 100kg, que se encontraba en plena batalla
contra su borrachera.
Se acerca, se
presenta, nos presentamos.
Traté de
explicarle donde queda Uruguay pero él estaba enfocando toda su
concentración en tratar de no caerse. Era muy difícil entender sus
palabras, balbuceos mejor dicho, pero las miradas eran claras...
buena onda. Creo que yo le
parecía gracioso pero debo reconocer que para mi el gracioso era él.
En Manhattan la
gente se emborracha igual que en Montevideo, es solo que hablan en
otro idioma.
El miedo hacia la
policía es muy grande, aquí son intocables de verdad, prenden las
sirenas para cruzar cada esquina...creo que esa es su principal labor
al igual que comer donas.
Los que tienen el
día muy ocupado a simple vista son los bomberos.
El silencio se
apoderó de la situación; el moreno, cuyo nombre no recuerdo, de un
momento a otro comienza a mirarme fijamente, clara mirada de borracho
que espera algún tipo de algo del otro lado; le devolví la mirada y
pasamos un segundo, que duró muchísimo, en silencio, con los ojos
clavados en el otro. Sin romper el
silencio extiende su mano, la coloca sobre mi cabeza y comienza a
masajear mi cabello con la punta de sus dedos (enormes). Por algún
motivo le llamó la atención mi cabeza.
Se me ocurre que
fue pelado toda su vida, o que espera algún día tener el pelo
suave; es que recién me había bañado...¡y se lo expliqué!
Se me ocurre que
uno vio tan extraño al otro, y viceversa, que fue muy difícil
catalogar al otro como lo mismo que uno.
También se me
ocurrió que fuera gay o bisexual... lo borré de mi mente al
instante.
Minutos más
tarde...
El moreno
durmiendo en una silla, al fondo del bar, ahogado y mareado por el
jazz que seguía sonando... Que linda cuidad Manhattan.
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