A solo una noche de abandonar Philadelphia, los momentos para lograr una real concentración, analizar y encontrar las palabras adecuadas se reducen. Los días son muy ocupados, llenos de información y disfrute. Recién ahora apto para rememorar momentos pasados.
6 y 7 de Abril... Washington DC.
Un grupo de morenos nos reciben sobre una enorme avenida, golpeando latas de pintura, cantando y danzando... eran aproximadamente 20, mujeres y hombres de diversas edades afinaban juntos rompiendo el inimaginable silencio de una avenida totalmente embotellada de tránsito.
¡En Washington hay CANDOMBE! Pero de seguro se llama de alguna otra forma.
Seguimos nuestro camino luego de absorber algo de tanta buena energía, debíamos reunirnos con el resto del grupo.
Jugamos a perdernos, a preguntar y a perdernos de nuevo. A la casualidad o a la suerte, de un momento a otro, el grupo estaba completo, salvo por uno de nosotros que se encontraba retenido en el aeropuerto de Miami, pero que llegaría pronto.
Nos alojamos en una asa muy modesta por fuera y justamente todo lo contrario por dentro. El nivel de confort era mucho mayor al imaginado aunque todo era mucho más lindo desde el lado de afuera de la casa.
Casi sin intenciones de que eso sucediera, eramos recibidos de forma indiferente por un barrio totalmente afrodescendiente.
Me sentí en una película. Casas todas muy similares, incluyendo la nuestra.
Una entrada de escaleras (5 o 7 escalones) que te llevan a la casa principal. A su izquierda, se repiten 5 o 7 escalones pero esta vez hacia abajo, hacia nuestro hogar pasajero.
El pasto descuidado, la reja por la cintura sin cerradura, la vereda, niños juegan esporadicamente, hombres pasan y nos miran, siguen de largo.
Hablan gritando y gritan cantando. Ahora estoy hablando de las reuniones casuales de nuestros vecinos que se sientan y pasan el rato.
Todos son amables y ordenados, sonríen.
Por momentos nos alejamos de la “familia” y vamos hacia la gente de negocios que conquista la cuidad... en el fondo queremos volver al barrio, por lo menos yo.
Casa donde nos quedamos |
El 7 de Abril partimos muy temprano hacia Philadelphia y la sensación aún es rara, me hubiera quedado más tiempo, en esa cuidad, ese barrio, esa casa, esa gente.
Entonces me doy cuenta que una cuidad tan blanca no podría vivir sin el negro, que le da vida, que la hace gozar y le agrega mucho swing a una rutina que de cualquier otra forma sería muy diferente.
Me quedo con una sonrisa en particular.
Ahora prefiero, o sé preferir mejor dicho, un poco de blanco sobre negro y no viceversa.
Matiolo
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