A menos de 2 horas de haber dejado Montevideo las cosas nuevas comienzan a ser de segunda mano. ¡Y claro! A tan solo unas filas delante mio: uno puede tomar una copa de vino, jugar videojuegos, recostarse, el pasillo es más ancho, pero ven la misma película que yo. Las traducciones son tan malas como en todos lados.
De repente me hubiera gustado la ventanilla, la anciana que te habla pero seguro que tiene un chocolate para convidar, la chica linda que te hace imaginar todo el tiempo que sea necesario todas las cosas que te sean necesarias, el chico que sabe llenar el formulario de migración de Miami, en fin... Voy en ala central, compuesta de 3 asientos que tengo para mi solo: 12c, 12d y el de mi boleto: 12e.
Espero que a nadie le moleste la luz...
Creo que en un rato, cuando todos se duerman y se vaya la turbulencia, intentaré atravesar el mosquitero que me separa del vino y la almohada grande. Ya lo hice hace un rato, necesitaba un formulario de migración de Miami nuevo, el viejo claramente no logré completarlo con éxito.
¡La cena está servida! Todo está tan meticulosamente envasado al vacío e inmune a los cubiertos de plástico que no logré prestar atención a la primer media hora de película...
Ahora ya no tiene sentido, prendo la luz para escribir unas líneas y de paso trato de ahuyentar al hombre que hábilmente se sentó en el 12e mientras yo probaba la comodidad del 12c.
Me había ilusionado con dormir estirado a lo largo de los 3 asientos y de esa forma, estar en clase ALTÍSIMA.
A mi izquierda, del otro lado del pasillo, miro fijamente a un estudiante de arquitectura cuyo nombre nunca supe, creo, que se encontraba sumergido en su cena. Buscando su aprobación a mi desaprobación por lo que en ese momento había ingerido, el chico me dice: eso no es manteca, es flan... ¡la manteca es ésta!
Por primera vez en mi vida, unté flan en una galletita salada y me la comí.
Es que nunca había visto un flan que fuera una manteca tan perfecta, aunque tampoco había logrado comprender, hasta ese momento, el por qué de tanta cantidad de manteca para tan pocas galletas.
Es verdad que no sabía a manteca... También es verdad que después del primer bocado la decisión de no continuar estaba tomada... Es verdad que estaba desconcertado... Y me dí cuenta que el viaje acababa de comenzar.
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA que hdp! jajajajajajajajajajajajajaja
ResponderEliminar