martes, 24 de abril de 2012


Pasaron varios días, los tiempos volaron y los momentos de tranquilidad se hicieron invisibles.
Finalmente encontré un espacio...era necesario registrar con palabras lo más lindo, a mi criterio, de la cuidad de Boston.
Fue muy breve pero no me dejó esa sensación. Que bonita cuidad.
Es cierto que la gente se muestra más desinteresada que en Manhattan pero cierta frialdad muchas veces me hizo sentir muy bienvenido.
Aquí se ven personas muy diferentes a lo que veníamos acostumbrados, nativas, ya no estamos frente a una cuidad cosmopolita y eso me deja ver ciertos lugares definidos por su propia gente y no por el sistema extremadamente consumista que antes predominaba.

Las distintas vistas hacen del lugar algo muy variado, natural en general, pero con una fuerte presencia artificial, como en toda gran cuidad. 
Se respira aire fresco, incluso sumergido entre los grandes edificios.










































Solamente dos días estuve en Boston y fue suficiente para hacerme sentir que conocí gran parte de la cuidad y sus costumbres. No se vende alcohol luego de las 22.00, no se fuma a menos de 15 metros de cualquier fachada, a menos que estés en constante movimiento. Los conductores dejan cruzar a los peatones incluso cuando tienen luz verde, no hay basura en las calles, todos son muy ordenados y el respeto parece ser uno de los valores más inculcados. La única identificación válida para un extranjero es el pasaporte. El alcohol no tiene nada que ver con la edad, podes tener 50 años pero si no tenes identificación no te venden. Estrictamente.

Me sorprendió, y ahora veo, como su gente se adapta al clima de una forma increíble.
Mientras yo hacía malabares y ponía en práctica todas mis combinaciones de ropa abrigada (remera + buzo + campera; remera + remera + buzo + buzo; remera + remera + buzo + buzo + campera; remera + remera + buzo, ¡esa mañana me olvidé de la campera!) llegando así al máximo de mis recursos, la gente pasaba a mi lado vestida como cualquier montevideano se vestiría en un cálido día de primavera.
¡Menos mal que es primavera!

Y ahora me pregunto si todo esto tendrá algún tipo de relación. Si el clima define al tipo de gente, o viceversa (aunque dudo de esto último). Resulta que mis cuestiones se ven ahora aun mucho más enredadas al recibir la sonrisa más cálida, en una de las tardes más frías. Claramente una excepción ya que fue la única sonrisa que me devolvieron durante toda mi estadía. Los gestos son más simples de interpretar por estos lugares.

El día se pasa volando y me hubiera gustado contabilizar metros, cuadras, kilómetros... no fue necesario ningún otro medio de transporte más que mi mismo. 
Caminar Boston, 

cruzar el puente, caminar Cambridge... 


Caminar Cambridge, cruzar el otro puente, 





































caminar Boston... 

terapia que volvería a repetir.


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