Una gran muralla roja establecía el
límite de la cuidad prohibida, palacio imperial construido entre
1406 y 1420, desde la dinastía Ming a la dinastía Qing. Un gran
templo cortaba la continuidad del muro que con una gran imagen de
Mao, quién trajo el comunismo al país, oficiaba de entrada a una
interminable cadena de construcciones. De seguro tienen la capacidad
de impresionar a casi que cualquiera.
Tras cruzar el muro, un enorme patio de
adoquines y cemento daban lugar al comercio y la dispersión. Su
única salida, frente por frente a la entrada, un templo muy grande,
lleno de ornamentos y colores. Entre los altos muros las opciones
eran claras: seguir adentrándose o salir.
El cuidado por los detalles, las
figuras y elementos que ornamentaban cada uno de los rincones, el
juego de luces y sombras, los brillantes materiales, tan monumental.
El contraste entre planos horizontales y verticales hacían del
espacio algo verdaderamente dinámico y artístico.
Los colores en las paredes contra los
grises del suelo, la planicie contra los infinitos relieves, lo duro
y lo sólido contra contra las lineas curvas que dibujaban fachadas
enteras.
Lo que antes conformaba una cuidad
entera ahora y con el transcurso del tiempo logró convertirse en una
obra de arte.
Al cruzar el primer templo el paisaje
era muy similar. Un gran patio y otro gran templo. Rojos, amarillos,
verdes y azules eran los colores que lo decoraban, de igual forma que
al anterior. Este patio se mostraba casi idéntico que al primero...
y al tercero... quizás al cuarto.
Lo cierto es que uno pierde la cuenta
de cuantas capas atravesó; la dinámica es siempre la misma: un
patio cuya única salida es otro patio... entre ellos, grandes
templos que de a poco y muy sutilmente se van haciendo cada vez más
grandes.
La combinación de colores le daba al
lugar una personalidad tan fuerte que suena lógico que en la
actualidad no hayan logrado desprenderse del todo. Innumerables
arabescos contrastando entre ellos y generando profundidades muy
cuidadosamente trabajadas. Rara vez predomina el azul siendo éste el
color utilizado para destacar algunos detalles. El resto, se mezclan
de todas las formas posibles.
Luego de quién sabe cuantos patios con
sus templos habíamos cruzado llegamos a otra construcción, bastante
más grande, con sus puertas abiertas pero valladas, esta vez solo se
podía cruzar a través de caminos laterales.
Claramente estábamos por ingresar a
una zona más restringida que las que ya habíamos transitado, en
donde de seguro unos pocos tenían el permiso de esta allí. Un
quiebre en medio de una continuada lógica, las construcciones junto
a la disposición de las cosas nos indicaban que a partir de allí
sería diferente, que se clasificaba y seleccionaba a quienes
estarían de un lado y del otro... o ni siquiera en alguno de ellos.
El sol, que pegaba violentamente contra
el suelo de los patios y no ofrecía ni un poquito de sombra, era
apagado completamente dentro del templo que lograba en su interior
una oscuridad casi que total. La frescura que se sentía desde sus
puertas era reconfortante.
Las diferencias luego de este punto
comenzaron a ser mucho más notorias. Ahora los patios tenían
puentes con canales de agua que los atravesaban, numerosos desniveles
y desaparecían los muros constantes dando lugar a varias
construcciones que limitaban los espacios. Lo que antes era un templo
enorme ahora formaba parte de un conjunto de construcciones lideradas
por santuarios aún más grandes. Sobre sus techos curvados se veían
palacios mucho más altos que se extendían hasta el alcance de la
visibilidad.
Creo en ese momento caí en conciencia
de la enormidad de esa antigua cuidad en donde imaginé unos pocos
merodeando, justamente o no, solo los que tenían el derecho a
acceder.
Los patios que parecían destinados al
comercio ahora me dejaban imaginar guerreros entrenando, reuniones
militares y algunos niños, futuros soldados, corriendo por los
alrededores, yo era uno de ellos; el emperador, en lo más alto de
las numerosas escaleras que no paraban de elevar la cuidad.
El paisaje era perfecto... un lugar en
medio del año 2012 que únicamente con colores, formas y materiales
me dejaba entrar en un mundo antiguo, atrapante, muy diferente a lo
que alguna vez imaginé imaginar. La vida de ese lugar, cotidiana, de
comerciantes y guerreros, de sabios y emperadores. Se sentía la
historia en los huesos, latente, que a través de ese entorno lograba
ponerme la piel de gallina.
Caminar por los patios, no sentir el
derecho de entrar a los santuarios más grandes, el sol y el polvo,
lo antiguo y magnífico.
Hasta ahí llegamos, el turismo invadió
y pienso...
Si en las iglesias occidentales
“cobran”, ¿cómo no van a cobran en esa obra de arte tan bien
concebida?
Salimos por una de las salidas, solo
salida, laterales y recorrimos los suburbios... volvió la mugre, los
olores, el regateo, los espacios reducidos y todas esas cuestiones
chinas.
Claramente logramos ver como se
organizaba el poder y como éste organiza y selecciona al pueblo. Los
más poderosos en lugares inaccesibles y hacia afuera...un degradé
de clases sociales: de la más alta hasta la decadencia absoluta.
Nada muy diferente a la actualidad pero sin duda que mucho más claro
y literal.
Matiolo
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