No es difícil estar de acuerdo con la
idea de que a un lugar, cuidad o país lo define su gente, por lo
menos esa es nuestra opinión. Creo queda claro aquí ya que
dedicamos espacio a mostrar gente que nos cruzamos en cada uno de los
destinos por los que transitamos intentando mostrar costumbres,
tipologías, gestos y algunas otras cosas que seguro notara cada
lector y le serán propias.
La cuestión ahora es simplemente
tratar de dar los motivos necesarios por los cuales me atrevo a decir
con total libertad que este país me tiene extremadamente enamorado.
No se lo debo a los paisajes ni al clima, ni a la disposición de la
cuidad ni a cualquier otra cosa que no sea su gente.
La calidez con que nos reciben
constantemente me genera un continuo replanteamiento de las formas y
métodos haciendo que mi admiración hacia ellos aumente con cada
situación.
Caminamos a lo largo de innumerables
barrios abarcando las 24 horas del día, la seguridad que se siente
invita a perderse en un lugar en donde la barrera del idioma está
muy presente pero es fácilmente quebrantable con un poco de
imaginación, una hoja y una lapicera.
Algo que llamó mi atención es la
homogeneidad de su gente, es decir, no creo ser capaz de identificar
a una persona como parte de una cuidad antes que con su país; claro
está que esto me sucedió aquí en Japón y debe ser por eso la
necesidad de escribir específicamente al respecto.
Las diferencias naturales que se dan
entre dos personas de distintas regiones dentro de un mismo país se
hacen invisibles a los ojos aquí en Japón. La cultura y la
tradición parecen ir mucho más allá de la distancia haciéndome
creer que se remonta a algo mucho más profundo y milenario.
Educación, respeto, agradecimiento,
bondad, paciencia, orden, disciplina, son alguna de las cosas que
hacen al pueblo nipón. Claramente todo esto está complementado con
la confianza entre las personas y la admiración por la naturaleza,
cosas que se ven fácilmente en cualquier lugar por donde se camine.
Es impresionante ver como tantas
personas son capaces de convivir en armonía en un lugar tan
reducido. Un japones se desviará de su camino si es necesario a la
hora de ayudar a alguien haciendo que una persona sea mucho más
importante que cualquier otra cosa.
Podría seguir adjudicando adjetivos y
elogios, y todos ellos serán apropiados. Que más se podría esperar
de una sociedad con tantos años de ensayo y error, tantos ejemplos y
vivencias.
La familia parece no encontrarse
unicamente de la puerta hacia adentro sino que es todo y todos, y
será quizás causal del orden y la limpieza, la enseñanza y el
aprendizaje, la confianza y la humildad.
Me pregunto si habrá conciencia de lo
que son capaces de aportar al mundo tan solo siendo ellos mismos. Las
diferencias son claras y se encuentran tan distantes que asusta;
mientras nosotros nos bañamos parados, ellos lo hacen sentados;
mientras buscamos el progreso personal, ellos comparten; el
oportunismo queda para los turistas.
Quizás muchas cosas me queden por ver,
quizás esas cosas me hagan cambiar un poco de parecer, o mucho,
aunque suena difícil. Lo cierto es que mi tiempo en Japón fue
suficiente como para abrir bien grandes los ojos y descubrir cosas
que hacen funcionar cosas. Siempre hay una oveja negra entre muchas
blancas y creo que si no logré verla aquí es porque quizás la
pintaron de blanco. O quizás se pintó ella solita. Yo creo que fue
un trabajo en equipo.
Matiolo