jueves, 24 de mayo de 2012

DE LA GENTE DE JAPÓN

No es difícil estar de acuerdo con la idea de que a un lugar, cuidad o país lo define su gente, por lo menos esa es nuestra opinión. Creo queda claro aquí ya que dedicamos espacio a mostrar gente que nos cruzamos en cada uno de los destinos por los que transitamos intentando mostrar costumbres, tipologías, gestos y algunas otras cosas que seguro notara cada lector y le serán propias.
La cuestión ahora es simplemente tratar de dar los motivos necesarios por los cuales me atrevo a decir con total libertad que este país me tiene extremadamente enamorado. No se lo debo a los paisajes ni al clima, ni a la disposición de la cuidad ni a cualquier otra cosa que no sea su gente.
La calidez con que nos reciben constantemente me genera un continuo replanteamiento de las formas y métodos haciendo que mi admiración hacia ellos aumente con cada situación.
Caminamos a lo largo de innumerables barrios abarcando las 24 horas del día, la seguridad que se siente invita a perderse en un lugar en donde la barrera del idioma está muy presente pero es fácilmente quebrantable con un poco de imaginación, una hoja y una lapicera.
Algo que llamó mi atención es la homogeneidad de su gente, es decir, no creo ser capaz de identificar a una persona como parte de una cuidad antes que con su país; claro está que esto me sucedió aquí en Japón y debe ser por eso la necesidad de escribir específicamente al respecto.
Las diferencias naturales que se dan entre dos personas de distintas regiones dentro de un mismo país se hacen invisibles a los ojos aquí en Japón. La cultura y la tradición parecen ir mucho más allá de la distancia haciéndome creer que se remonta a algo mucho más profundo y milenario.

Educación, respeto, agradecimiento, bondad, paciencia, orden, disciplina, son alguna de las cosas que hacen al pueblo nipón. Claramente todo esto está complementado con la confianza entre las personas y la admiración por la naturaleza, cosas que se ven fácilmente en cualquier lugar por donde se camine.

Es impresionante ver como tantas personas son capaces de convivir en armonía en un lugar tan reducido. Un japones se desviará de su camino si es necesario a la hora de ayudar a alguien haciendo que una persona sea mucho más importante que cualquier otra cosa.

Podría seguir adjudicando adjetivos y elogios, y todos ellos serán apropiados. Que más se podría esperar de una sociedad con tantos años de ensayo y error, tantos ejemplos y vivencias.
La familia parece no encontrarse unicamente de la puerta hacia adentro sino que es todo y todos, y será quizás causal del orden y la limpieza, la enseñanza y el aprendizaje, la confianza y la humildad.
Me pregunto si habrá conciencia de lo que son capaces de aportar al mundo tan solo siendo ellos mismos. Las diferencias son claras y se encuentran tan distantes que asusta; mientras nosotros nos bañamos parados, ellos lo hacen sentados; mientras buscamos el progreso personal, ellos comparten; el oportunismo queda para los turistas.

Quizás muchas cosas me queden por ver, quizás esas cosas me hagan cambiar un poco de parecer, o mucho, aunque suena difícil. Lo cierto es que mi tiempo en Japón fue suficiente como para abrir bien grandes los ojos y descubrir cosas que hacen funcionar cosas. Siempre hay una oveja negra entre muchas blancas y creo que si no logré verla aquí es porque quizás la pintaron de blanco. O quizás se pintó ella solita. Yo creo que fue un trabajo en equipo.

Matiolo

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