Por primera vez desde que comenzó el
viaje el contexto logró golpearme tan fuertemente que de seguro
quedará una cicatriz. No dudo que de repente ya tenga alguna pero
sin duda ésta es la más consciente de todas, Hiroshima.
Ver y caminar la cuidad, moderna,
reconstruida, haciendo muy difícil de imaginar todo su pasado,
incluso hasta negandolo por momentos y no por mi sino que por ella
misma.
Basta con acercarse de a poco al centro
de la cuestión, a la “bombing zone”, para darse cuenta que todas
esas conjeturas son erradas.
Creo que nunca había abierto tanto los
ojos como cuando parado en una esquina, mirando hacia una
construcción en ruinas, mitad caída mitad en pie, me dijeron:
“justo arriba de eso explotó la bomba nuclear y es por eso que
sigue en pie”. Helado frente a esa imagen me quedé por unos
minutos...
Dato nuevo para mi es que la bomba
explotó en el aire y gracias a la onda expansiva que generó fue
posible que una de las grandes construcciones, la que estaba
exactamente abajo, se salvara de la destrucción.
Fuera del cerco que la rodea, verde por
todos lados y tintes de varios colores en algunas zonas, componen un
parque enorme, de los más importantes simbólicamente hablando según
mi criterio.
Todavía muy cerca de allí completa el
paisaje un montón de estudiantes, niños de entre 12 y 16 años
imagino, que se nos acercaron en una oportunidad. Resulta que estaban
estudiando inglés y una de las tareas que les habían asignado era
realizar una encuesta. Tuvimos el placer de ayudarlos. Sus preguntas
divagaban entre: ¿Qué piensas de la bomba? y ¿ Qué podemos hacer
nosotros desde acá para lograr mantener la paz?
Me sorprende la amabilidad y simpatía
de los niños que se mostraron muy agradecidos por haber colaborado.
De seguro crecen y continúan siendo de esa forma, tal como me lo
demuestran todos hasta el momento.
Fuentes, monumentos abstractos en
piedra rodeados de adornos y ofrendas caracterizadas por los colores,
brillantes y variados, mensajes de amor y paz por todas partes eran
elementos que se veían a lo largo de todo el parque.
Un coro de niños daba una cortina
sonora a todo lo que sucedía a los pies de uno de los monumentos.
Tuve la voluntad de parar unos minutos a escuchar... y respirar todo
lo que pude de ese aire que no viene solo sino que lo acompaña una
sensación extraña que logra estremecer todo el cuerpo. Los
escalofríos vendrían después.
El museo en memoria de los hechos
también se encuentra recorriendo el parque y es el encargado no solo
de informar a través de datos históricos sino que su principal
cometido, según yo, concientizar... lejos de victimizar... con un
lenguaje que por momentos te llenaba de miedo y terror.
Se cristalizan los ojos al ver tanto
sufrimiento, tanto daño, destrucción total que no solo se ve sino
que se siente, en el cuerpo, se respira, en un pueblo que desborda
amor y paz... y sabe perdonar día a día...
y lo admiro.
Matiolo
tremendo
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